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RESPONDA LAS PREGUNTAS 5 Y 6 DE ACUERDO CON LA SIGUIENTE INFORMACIÓN
Uno de los escenarios donde empezó a codearse el vallenato con la música que escuchaba y bailaba la burguesía –valses, mazurcas, canciones napolitanas– fue el de las colitas. Era este el nombre que recibían las ‘colas’ o finales de fiesta de la clase adinerada: bodas, bautizos, cumpleaños, festejos religiosos… Durante el sarao, mientras los señores se divertían con la música europea que interpretaba una precaria orquesta provinciana, los trabajadores pasaban la fiesta en la cocina y los galpones a punta de acordeón, guacharaca y caja. Despachada la orquesta, los de atrás eran invitados a pasar adelante, y patrones y vaqueros se sentaban a tomar y cantar juntos. Se ha discutido acerca del papel que cumplieron las colitas en esta historia. Algunos dicen que estos remates de fiesta fueron el pabellón de maternidad del vallenato, pues combinaron ritmos europeos y nativos: entre ambos dieron a luz los aires vallenatos. “Las colitas son el ancestro directo del vallenato moderno”, afirma López Michelsen. Pero parece más acertado pensar que las colitas no ayudaron a formar el género, sino a divulgarlo. Para empezar, esta clase de fiestas improvisadas no se conocieron en toda la región, sino tan sólo en la zona del Valle de Upar. En El Paso no hubo colitas. En muchos lugares del río tampoco. Y, por otra parte, los historiadores indican que las colitas surgieron a comienzos del siglo XX, cuando ya el vallenato había empezado a coger ritmo con el trío del instrumental clásico. En cambio, las piquerías y retos sí constituyeron desde el principio uno de los más efectivos moldes de creación, propagación y desarrollo del vallenato. La leyenda de Francisco el Hombre habla de su desafío con el diablo, a quien únicamente logra derrotar cuando le canta el Credo al revés. Los grandes acordeoneros viajaban durante días para acudir a piquerías, concertadas de antemano o a través de recados, como lo atestigua ‘La gota fría’: “Acordate Moralitos de aquel día / que estuviste en Urumita/y no quisiste hacer parada”.
Samper, D. & Tafur M. (1997). 100 años de vallenato. MTM Ediciones
El autor introduce la cita de López Michelsen con el fin de presentar la opinión de un conocedor del vallenato y
RESPONDA LAS PREGUNTAS 1 A 4 DE ACUERDO CON LA SIGUIENTE INFORMACIÓN
Ciudad y literatura
La ciudad puede ser perfectamente un tema literario, escogido por el interés o la necesidad de un autor determinado. Ahora pululan escritores que se autodenominan o son señalados por alguna “crítica” como escritores urbanos. No obstante, considero que muchos de ellos tan sólo se acercan de manera superficial a ese calificativo y lo hacen equívocamente al pretender referirse a la ciudad a través de una mera nominación de calles, de bares en esas calles, de personajes en esos bares de esas calles, como si la descripción más o menos pormenorizada de esas pequeñas geografías nos develara una ciudad en toda su complejidad.
La ciudad es, en sí misma, un tema literario. Además, es el escenario donde transcurren y han transcurrido miles y miles de historias de hombres y mujeres. La ciudad es la materia prima de los sueños y las pesadillas del hombre moderno, el paisaje en el cual se han formado sentimental e intelectualmente muchas generaciones de narradores en todo el mundo.
Esa condición de escenario ambulante y permanente hace que la ciudad sea casi un imperativo temático o, mejor, el espacio natural de la imaginación narrativa contemporánea. Por supuesto que existen otros temas y otros imaginarios, distintos a los urbanos; pero quiero señalar de forma especial la impresionante presencia de lo citadino en la literatura y, en este caso, primordialmente en la cuentística universal del presente siglo.
Frente a la pregunta de qué es lo urbano en literatura, habría que contestar que urbano no es necesariamente lo que sucede o acontece dentro de la urbe. Una narración puede ubicarse legítimamente en la ciudad pero estar refiriéndose a una forma de pensar, actuar y expresarse "rural” o ajena al universo comprendido por lo urbano. Esto último, lo urbano, posee sus maneras específicas de manifestarse, sus lenguajes, sus problemáticas singulares: en definitiva, un universo particular. En consecuencia se podría afirmar que la narrativa urbana es aquella que trata sobre los temas y los comportamientos que ha generado el desarrollo de lo urbano, y siempre a través de unos lenguajes peculiares. Esta definición no pretende ser exhaustiva ni excluyente, pero es útil para delimitar ese universo esquivo y manoseado de lo urbano.
Tamayo, Guido. (1999). Prólogo al texto Cuentos urbanos. Colección El Pozo y el Péndulo. Panamericana.
Del enunciado “La ciudad es la materia prima de los sueños y las pesadillas del hombre moderno” se puede inferir que
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Ciudad y literatura
La ciudad puede ser perfectamente un tema literario, escogido por el interés o la necesidad de un autor determinado. Ahora pululan escritores que se autodenominan o son señalados por alguna “crítica” como escritores urbanos. No obstante, considero que muchos de ellos tan sólo se acercan de manera superficial a ese calificativo y lo hacen equívocamente al pretender referirse a la ciudad a través de una mera nominación de calles, de bares en esas calles, de personajes en esos bares de esas calles, como si la descripción más o menos pormenorizada de esas pequeñas geografías nos develara una ciudad en toda su complejidad.
La ciudad es, en sí misma, un tema literario. Además, es el escenario donde transcurren y han transcurrido miles y miles de historias de hombres y mujeres. La ciudad es la materia prima de los sueños y las pesadillas del hombre moderno, el paisaje en el cual se han formado sentimental e intelectualmente muchas generaciones de narradores en todo el mundo.
Esa condición de escenario ambulante y permanente hace que la ciudad sea casi un imperativo temático o, mejor, el espacio natural de la imaginación narrativa contemporánea. Por supuesto que existen otros temas y otros imaginarios, distintos a los urbanos; pero quiero señalar de forma especial la impresionante presencia de lo citadino en la literatura y, en este caso, primordialmente en la cuentística universal del presente siglo.
Frente a la pregunta de qué es lo urbano en literatura, habría que contestar que urbano no es necesariamente lo que sucede o acontece dentro de la urbe. Una narración puede ubicarse legítimamente en la ciudad pero estar refiriéndose a una forma de pensar, actuar y expresarse "rural” o ajena al universo comprendido por lo urbano. Esto último, lo urbano, posee sus maneras específicas de manifestarse, sus lenguajes, sus problemáticas singulares: en definitiva, un universo particular. En consecuencia se podría afirmar que la narrativa urbana es aquella que trata sobre los temas y los comportamientos que ha generado el desarrollo de lo urbano, y siempre a través de unos lenguajes peculiares. Esta definición no pretende ser exhaustiva ni excluyente, pero es útil para delimitar ese universo esquivo y manoseado de lo urbano.
Tamayo, Guido. (1999). Prólogo al texto Cuentos urbanos. Colección El Pozo y el Péndulo. Panamericana.
De lo dicho en el segundo párrafo del texto se puede concluir que
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Ciudad y literatura
La ciudad puede ser perfectamente un tema literario, escogido por el interés o la necesidad de un autor determinado. Ahora pululan escritores que se autodenominan o son señalados por alguna “crítica” como escritores urbanos. No obstante, considero que muchos de ellos tan sólo se acercan de manera superficial a ese calificativo y lo hacen equívocamente al pretender referirse a la ciudad a través de una mera nominación de calles, de bares en esas calles, de personajes en esos bares de esas calles, como si la descripción más o menos pormenorizada de esas pequeñas geografías nos develara una ciudad en toda su complejidad.
La ciudad es, en sí misma, un tema literario. Además, es el escenario donde transcurren y han transcurrido miles y miles de historias de hombres y mujeres. La ciudad es la materia prima de los sueños y las pesadillas del hombre moderno, el paisaje en el cual se han formado sentimental e intelectualmente muchas generaciones de narradores en todo el mundo.
Esa condición de escenario ambulante y permanente hace que la ciudad sea casi un imperativo temático o, mejor, el espacio natural de la imaginación narrativa contemporánea. Por supuesto que existen otros temas y otros imaginarios, distintos a los urbanos; pero quiero señalar de forma especial la impresionante presencia de lo citadino en la literatura y, en este caso, primordialmente en la cuentística universal del presente siglo.
Frente a la pregunta de qué es lo urbano en literatura, habría que contestar que urbano no es necesariamente lo que sucede o acontece dentro de la urbe. Una narración puede ubicarse legítimamente en la ciudad pero estar refiriéndose a una forma de pensar, actuar y expresarse "rural” o ajena al universo comprendido por lo urbano. Esto último, lo urbano, posee sus maneras específicas de manifestarse, sus lenguajes, sus problemáticas singulares: en definitiva, un universo particular. En consecuencia se podría afirmar que la narrativa urbana es aquella que trata sobre los temas y los comportamientos que ha generado el desarrollo de lo urbano, y siempre a través de unos lenguajes peculiares. Esta definición no pretende ser exhaustiva ni excluyente, pero es útil para delimitar ese universo esquivo y manoseado de lo urbano.
Tamayo, Guido. (1999). Prólogo al texto Cuentos urbanos. Colección El Pozo y el Péndulo. Panamericana.
En el texto, con el enunciado “La ciudad puede ser perfectamente un tema literario” se
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Ciudad y literatura
La ciudad puede ser perfectamente un tema literario, escogido por el interés o la necesidad de un autor determinado. Ahora pululan escritores que se autodenominan o son señalados por alguna “crítica” como escritores urbanos. No obstante, considero que muchos de ellos tan sólo se acercan de manera superficial a ese calificativo y lo hacen equívocamente al pretender referirse a la ciudad a través de una mera nominación de calles, de bares en esas calles, de personajes en esos bares de esas calles, como si la descripción más o menos pormenorizada de esas pequeñas geografías nos develara una ciudad en toda su complejidad.
La ciudad es, en sí misma, un tema literario. Además, es el escenario donde transcurren y han transcurrido miles y miles de historias de hombres y mujeres. La ciudad es la materia prima de los sueños y las pesadillas del hombre moderno, el paisaje en el cual se han formado sentimental e intelectualmente muchas generaciones de narradores en todo el mundo.
Esa condición de escenario ambulante y permanente hace que la ciudad sea casi un imperativo temático o, mejor, el espacio natural de la imaginación narrativa contemporánea. Por supuesto que existen otros temas y otros imaginarios, distintos a los urbanos; pero quiero señalar de forma especial la impresionante presencia de lo citadino en la literatura y, en este caso, primordialmente en la cuentística universal del presente siglo.
Frente a la pregunta de qué es lo urbano en literatura, habría que contestar que urbano no es necesariamente lo que sucede o acontece dentro de la urbe. Una narración puede ubicarse legítimamente en la ciudad pero estar refiriéndose a una forma de pensar, actuar y expresarse "rural” o ajena al universo comprendido por lo urbano. Esto último, lo urbano, posee sus maneras específicas de manifestarse, sus lenguajes, sus problemáticas singulares: en definitiva, un universo particular. En consecuencia se podría afirmar que la narrativa urbana es aquella que trata sobre los temas y los comportamientos que ha generado el desarrollo de lo urbano, y siempre a través de unos lenguajes peculiares. Esta definición no pretende ser exhaustiva ni excluyente, pero es útil para delimitar ese universo esquivo y manoseado de lo urbano.
Tamayo, Guido. (1999). Prólogo al texto Cuentos urbanos. Colección El Pozo y el Péndulo. Panamericana.
El texto anterior se ocupa fundamentalmente de
Considere la siguiente oración «Aunque esté enfermo, iré a clase». En esta, el conector subrayado tiene la función de
Responda la pregunta de acuerdo con la siguiente información
«Los avances tecnológicos han mejorado nuestras vidas en muchos aspectos, Uno, por ejemplo, es el hecho de que la comunicación sea más rápida y accesible. Aunque, es importante aclarar, que también han surgido preocupaciones acerca de la privacidad y la seguridad de los datos».
Los conectores usados en el texto se pueden clasificar dentro de los denominados conectores de
Considere la siguiente oración «Saldré después de comer». En esta, el conector subrayado tiene la función de
Responda la pregunta de acuerdo con la siguiente información
El piano de Chopin
Uno de los diversos planteamientos que podrían hacerse si se deseara estudiar toda la música compuesta para piano (y quizá también para clave y tecla en general) sería dividir a los compositores en dos bloques: aquellos que han compuesto sus obras con una idea que les ha surgido desde el piano mismo y aquellos que han compuesto para piano sin que la idea haya surgido en el instrumento, sino que se adecua a él como podría haberse adecuado a una sinfonía o a un cuarteto de cuerda. Pensemos, por ejemplo, en Beethoven. Aun en riesgo de incurrir en una simplificación, podemos decir que Beethoven partía siempre, al componer, de una idea que se concretaba y desarrollaba en un determinado género musical, en un instrumento o una serie de instrumentos, de una idea que la mayoría de las veces era independiente o al menos no estaba particularmente ligada a un timbre concreto.
Piénsese también en la música de Brahms o Cabezón para ilustrar más el modelo. Frente a esta manera de componer hay otra concepción: la de aquellos autores cuya música nace de ser tocada y, por tanto, está muy vinculada al instrumento del que surge. El ejemplo más claro es el de Chopin. Su escritura es profundamente pianística y nada hay en ella que no esté pensado para la mano de un pianista, puesto que su obra es la de un músico que pasaba largas horas ante el piano improvisando y estudiando y que componía después. Hay una anécdota que ilustra bien este método. Chopin escribió a Camille Pleyel desde Palma pidiéndole que se apresurara a enviarle el piano, porque sin él no podía componer. Éste es el testimonio: «Mi piano no ha llegado aún. ¿Cómo lo ha enviado usted? ¿Por Marsella o por Perpiñán? Pienso música, pero no la hago porque aquí no hay pianos». Y en otra carta también dirigida a Pleyel le comunica: «Por fin le envío mis preludios, que he terminado en el pianino de usted».
Rubio, J (1982). Frédéric Chopin. Enciclopedia Salvat de los Grandes Compositores. (Vol. 2, pp. 226-227). Salvat.
Entre los dos bloques que propone el autor para el estudio de la música compuesta para piano, Beethoven se ubica en el segundo debido a
Responda la pregunta de acuerdo con la siguiente información
«Se trata de pensar la lectura como algo que nos forma, como algo que nos constituye o nos pone en cuestión frente a lo que somos. La lectura, por tanto , no es solo un pasatiempo, un mecanismo de evasión del mundo real y del yo. Y no se reduce tampoco a un medio para adquirir conocimientos».
Larrosa, J (2003). Literatura, experiencia y formación. En La experiencia de la lectura. Fondo de Cultura Económica.
El conector subrayado en el texto pertenece al grupo de conectores denominados
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